Las cosas empiezan cuando eres niño, tus papás, muy benevolentes, te ponen un nombre que no saben si te va a gustar, te marcan de por vida.
Después, llegas a la prepa, hasta ahora todo iba bien, pero resulta que
tienes que elegir a lo que te vas a dedicar de por vida en el peor momento de ésta, cuando más espinillas tienes, cuando más rebelde eres, cuando sufres (oooh como sufres!) de amor y juaz!... a veces, eliges mal.
Años después, cuando apenas te estás acostumbrando a tu carrera ( o a tu "no carrera"), resulta que tienes que casarte. ¿Queeeeeeee? Sí, casarte. No estás lo suficientemente maduro para dejar tu vida de "estudiante-dependiente-mantenido" cuando ya la sociedad (las hormonas y hasta la costumbre) te
exigen una pareja que, oh casualidad, también tiene que ser de por vida.
Tiempito después (¿dije tiempito?), cuando apenas te estás acostumbrando a lidiar con el demonio que decidiste compartir tu vida, hijos, sí, hijos, no te has terminado de educar cuando ya tienes que educar a alguien.
Bueno, bueno, está bien. Uno lucha por la adaptación cuando de repente: se te van los hijos. Otra vez, cuando tu vida ya era más o menos estable, a lidiar con el demoniodeporvida que tienes por pareja. Cuando estás en tu mejor momento, te llevas bien con el demoniodeporvida, tus hijos han hecho su vida y tú estás graciosamente recogiendo los frutos de tu trabajo: La muerte, te llega sin haberte dado tiempo para acostumbrarte a la vida.
Y así estoy yo, me cambió la vida de un fin de semana para otro. Ahora, soy estudiante de una escuela de Negocios, llevo matemáticas de nuevo (jure, que si no lo jure, nunca volver a hacer una suma), me levanto a las 5:30 am (juré, que si no lo juré, nunca volver a levantarme antes de las 8 am) y tengo tareas acompañadas de 24 nuevos compañeros y 1 viejo. AAaahhah porque me encontré a un compañero de la prepa, que entró a estudiar la misma carrera después de 5 años.
No me había acostubrado a ser quien soy, cuando de repente ya no soy yo.
Pero que contenta estoy, carajo.